miércoles, 14 de octubre de 2009

¿Y si la muerte es la muerte,
qué será de los poetas
y de las cosas dormidas
que ya nadie las recuerda?
¡Oh sol de las esperanzas!¡
Agua clara! ¡Luna nueva!
¡Corazones de los niños!
¡Almas rudas de las piedras!
Hoy siento en el corazón
un vago temblor de estrellas
y todas las rosas son
tan blancas como mi pena.

Federico García Lorca (1898 - 1936)


Me proponía relatar con algún detalle la muerte de Jaime, esos escasos minutos que transcurrieron desde que ocurre el accidente hasta que dejó de latir su corazón, pero me falta el valor, los recursos, la fuerza, las palabras, al igual que me faltan para volver al lugar de los hechos; dejémoslo para otra ocasión.
Sé que debo abordarlo pero sencillamente ahora no puedo.
Si alguien tiene interés en visitar el lugar enviadme un e-mail y os paso un archivo ejecutable para Google Earth, los últimos quinientos metros hay que hacerlos andando, pero merece la pena.
No sé como se decide el sitio y el modo de morir, en cualquier caso el procedimiento no carece de originalidad, no en vano era un paraje por el que Jaime sentía una predilección especial. El decidió ese día ir hasta allí contra el parecer del resto, como tantas veces lo hizo con anterioridad; no obstante era la perseverancia una de sus virtudes.

Ahí va una seguiriya de José Mercé, en memoria de su hijo Curro, fallecido a los 14 años.

De 09.06.28