viernes, 31 de diciembre de 2010

Historia de Isaac

Y Dios dijo: “Toma ahora a tu hijo, tu único, a quien amas, a Isaac, y ve a la tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que Yo te diré.”

Isaac habló a su padre Abraham: “Padre mío.” Y él respondió: “Aquí estoy, hijo mío.” “Aquí están el fuego y la leña,” Isaac dijo, “pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?”


Así discurre el relato hasta el instante mismo en que Abraham alza el cuchillo para sacrificar a su único y apreciado hijo y en el que un Ángel le ordena detenerse in extremis. Voy a imaginar que Isaac, bien pudiera contar con 12 años de edad, cuando se disponía a morir, visto su comportamiento, sumisión y fe ciega en todo cuanto su padre determinara. Quien quiera que ideara semejante prueba, conocía a la perfección la naturaleza y condición humana, porque no resulta concebible mayor atrocidad para verificar el carácter de un padre que pedirle la vida de su propio hijo. Antes de que tu madre te conformara en su seno yo ya te conocía y antes de que nacieras, ya te amé por encima de todo. Te coloqué en la cima de mis preferencias y te antepuse a cualquier otro objetivo o razón de mi existencia. De ti recuerdo el cariño de tu niñez, tu amor de adolescente. Tu fe ciega en mi conocimiento. Me hubieras seguido en el desierto y en la selva. Y me seguiste sin remisión hasta el final, con 12 años igualmente. “Si el veneno o el acero hubieran podido cortar el hilo de mi existencia”, habría tardado un instante en ir a reunirme contigo pero carecía y carezco de una cualidad imprescindible, confusa y escasa: el valor, virtud que admiro y aprecio. Dos posturas, actitudes y concepciones contrapuestas, con respecto a la progenie, la de Abraham subyugado por Dios y su poder omnímodo y la mía sometida al hombre y sus debilidades.

Sacrificio de Isaac, Caravaggio


Sacrificio de Isaac, Marc Chagall


Sacrificio de Isaac, Robert Crumb



Story of Isaac, Leonard Cohen

"La puerta se abrió lentamente Mi padre entró Yo tenía nueve años y permaneció de pié tan alto sobre mí Los ojos azules estaban brillantes y su voz fue muy fría Dijo: "He tenido una visión y tu sabes que soy fuerte y santo Debo hacer lo que me ha sido ordenado" Así que comenzamos a subir la montaña Yo iba corriendo el iba andando y su hacha estaba hecha de oro"


16/07/08, Oviedo