jueves, 10 de junio de 2010

Caballos

CANCIÓN DEL JINETE

En la luna negra
de los bandoleros,
cantan las espuelas.

Caballito negro.
¿Dónde llevas tu jinete muerto?

Las duras espuelas
del bandido inmóvil
que perdió las riendas.

Caballito frío.
¡Qué perfume de flor de cuchillo!

En la luna negra
sangraba el costado
de Sierra Morena.

Caballito negro.
¿Dónde llevas tu jinete muerto?

La noche espolea
sus negros ijares
clavándose estrellas.

Caballito frío.
¡Qué perfume de flor de cuchillo!

En la luna negra,
¡un grito! y el cuerno
largo de la hoguera.

Caballito negro.
¿Dónde llevas tu jinete muerto?

Federico García Lorca, 1923


No quiero transmitir más tristeza desde este blog, me he propuesto difundir, sino alegría, si al menos un principio de júbilo y diversión, en ello empeñaré mi esfuerzo, siempre con el recuerdo de Jaime como impronta y sello de mis textos.
Que quien quiera que aquí se acerque no se vea embargado por la aflicción y la melancolía si no por la dicha y el contento. Puede que esto sea un reflejo de mi estado, aunque a mi me cueste creerlo. El hecho incontrovertible es que hoy como ayer como todos los días desde hace diez meses lloro; lloro a diario como una función fisiológica más a la que mi cuerpo se ha habituado.
Va de caballos y jinetes, porque el domingo lo fue. Un día para el recuerdo, uno más, un homenaje a Jaime que el año pasado estaba entre nosotros y este año, a su manera, también. Todos los jinetes de Alcañiz o casi todos con su brazalete negro y cediéndonos la cabecera del grupo a Raúl, Ana y a mi, los tres que estuvimos presentes el día de su partida y él revoloteando en las mentes de todos, haciéndose presente.
El tiempo es interminable, el mundo es desmesurado y por ello mismo tarde o temprano volverás a nacer del vientre de tu madre, volverás a crecer, aprenderás a andar y más tarde a cabalgar y volveremos a reunirnos los cuatro con cuatro caballos tordos enjaezados a la vaquera, para revivir tantas jornadas inolvidables.
Lo dijo de otra manera Rafael Alberti en los versos que ponía en boca de un Joselito agonizante tras la cogida que lo mató y que a continuación transcribo:

Que pueda, Virgen, que pueda
volver con sangre a Sevilla
y, al frente de mi cuadrilla,
lucirme otra vez por la Alameda.

Se refiere el poeta al trayecto que cubrían caminando los toreros ya vestidos desde el hotel hasta la Maestranza, entre la gente que los jaleaba, y donde les esperaba la gloria, la bronca, la muerte o lo peor de todo, a decir de ellos mismos, la indiferencia del público.





1 comentario:

Anónimo dijo...

                              

Ante accidentes como el de tu hijo Jaime no se nos deja más opción que agachar la cabeza humíldemente; algo así recuerdo que expresó muy bién Vicente en una entrada del blog. Por eso me da mucha alegría el tono de la última entrada y la voluntad que en ella expresa Vicente.
 
Me atevo a decirte algo: ante el dolor por la pérdida de un ser querido( un hijo es de un grado y dimensión diferente, lo sé, pero bueno...) llega un momento en que se tiene, se debe hacer un gesto de poder. Y con una enorme e impecable determinación dibujar un !Se acabó!
!Hasta aquí ! Hasta aquí, el duelo,  a partir de aquí, si acaso, el luto.
                                                                                       
un abrazo.
Menchu