Jaime pasó rápido por entre nosotros, pero fue tal la intensidad, hondura y originalidad con que lo hizo que su impronta trasciende, sin duda, al decurso del tiempo. Nunca trascurren muchos días sin que nos llegue un nuevo testimonio de reconocimiento.
El que hoy me llega, reviste especial relevancia por el número de los que lo suscriben. La Orquesta Unión Musical Ntra. Sra. de los Pueyos por voz de su director, Miguel Górriz Ramón, nos remite este texto que a continuación transcribo.
Trasluce el afecto del que se hizo merecedor Jaime en su fugaz paso por la misma así como la carga emotiva que para todo el grupo supuso algunas actuaciones en los días inmediatos a su muerte. Es destacable la cualidad de los vínculos afectivos que se crean en esta actividad, que a buen seguro, hubieran perdurado indefinidamente.
Dice así:
Dice así:
Despedida de Jaime
Era un domingo por la tarde, después de una comida familiar, cuando recibí una inesperada llamada. Hay veces en las que una persona intuye que algo malo ha sucedido. Efectivamente, aquel día sucedió una de las peores cosas que pueden ocurrir: la pérdida de un ser querido y apreciado. Cuando recibí la triste noticia no supe qué pensar. Al principio, quise pensar que se habían equivocado. Más tarde, en una segunda llamada me confirmaron lo peor. Jaime nos había dejado para siempre, pero no porque se hubiera querido marchar como ocurre casi siempre, sino que una mala jugada del destino nos había privado de su compañía. Recuerdo que todos estábamos tristes. Al principio, confusos. Después cabreados, pero finalmente, profundamente tristes. Jaime había supuesto para nosotros una ráfaga de aire fresco. Su paso por la Unión Musical fue fugaz y muy corto, pero lleno de intensidad. A lo largo de la vida te vas haciendo a la idea de que unas cosas llegan y otras se van, al igual que las personas, pero nunca te acostumbras a asimilar algo como esto.
En el momento en el que Jaime decidió unirse a nosotros pasó a formar parte de un grupo en el que la gente hace unos vínculos casi indisolubles, como sólo la música puede conseguir. Por eso no podíamos faltar en su despedida. Diré que para mí fue un gran honor despedirme de Jaime como se merecía, por todo lo alto y de la mejor manera que sabemos hacer, es decir, con música. Creo que a él le habría gustado, y si en algún momento pudo observar desde alguna parte lo que ocurría, se habría sentido orgulloso de considerarse una persona tan querida. He dicho que fue un honor, y sin embargo fue la peor actuación de mi vida. Fue muy duro dirigir la banda viendo la cara desencajada de los músicos, que al igual que yo querían despedir a Jaime de la mejor de las maneras, pero lo hacían con la mayor de las penas.
La vuelta a los ensayos se hizo especialmente dura, y el verano muy cuesta arriba. Todavía me acuerdo de los primeros días en los que el sitio de Jaime estaba vacío y no había nadie que me preguntara casi a cada momento cómo había que tocar uno u otro pasaje de la partitura con un interés desmedido como solía hacer él. Otro de los recuerdos imborrables de este verano, fue la gran ovación que el público brindó a Jaime cuando le dedicamos el concierto en San Sebastián, recordando lo nervioso que se ponía cuando hablábamos de ese viaje y las ganas que tenía de ir. Todo el Boulevard de Donosti se unió en un gran aplauso que nos emocionó a todos por igual.
También quisimos hacerle un pequeño homenaje para recordarlo, en Santa Cecilia cuando interpretamos la obra Concerto d´Amore, de la que interpretamos un fragmento el día que nos despedimos de él.
Han pasado varios meses desde que se fue y todavía no me había atrevido a escribir, porque creo que se os debe hacer muy duro pensar en todas estas cosas, pero como representante de la banda de la Unión Musical durante todo este tiempo, he creído necesario haceros llegar el sentimiento y el recuerdo que todos tenemos de Jaime. Algo que creo que está en el corazón de todos los músicos que le conocieron es el pensamiento de que cuando perdemos a un ser querido, sólo nos puede calmar la pena pensar que si lloramos tanto su falta, es porque algún día estuvo con nosotros, convivimos con él y pasó a formar parte de nuestras vidas para siempre. Dejó una huella imborrable en nuestros corazones. Por eso, a pesar de que ya no volveremos a estar con él, nunca lo olvidaremos.
Era un domingo por la tarde, después de una comida familiar, cuando recibí una inesperada llamada. Hay veces en las que una persona intuye que algo malo ha sucedido. Efectivamente, aquel día sucedió una de las peores cosas que pueden ocurrir: la pérdida de un ser querido y apreciado. Cuando recibí la triste noticia no supe qué pensar. Al principio, quise pensar que se habían equivocado. Más tarde, en una segunda llamada me confirmaron lo peor. Jaime nos había dejado para siempre, pero no porque se hubiera querido marchar como ocurre casi siempre, sino que una mala jugada del destino nos había privado de su compañía. Recuerdo que todos estábamos tristes. Al principio, confusos. Después cabreados, pero finalmente, profundamente tristes. Jaime había supuesto para nosotros una ráfaga de aire fresco. Su paso por la Unión Musical fue fugaz y muy corto, pero lleno de intensidad. A lo largo de la vida te vas haciendo a la idea de que unas cosas llegan y otras se van, al igual que las personas, pero nunca te acostumbras a asimilar algo como esto.
En el momento en el que Jaime decidió unirse a nosotros pasó a formar parte de un grupo en el que la gente hace unos vínculos casi indisolubles, como sólo la música puede conseguir. Por eso no podíamos faltar en su despedida. Diré que para mí fue un gran honor despedirme de Jaime como se merecía, por todo lo alto y de la mejor manera que sabemos hacer, es decir, con música. Creo que a él le habría gustado, y si en algún momento pudo observar desde alguna parte lo que ocurría, se habría sentido orgulloso de considerarse una persona tan querida. He dicho que fue un honor, y sin embargo fue la peor actuación de mi vida. Fue muy duro dirigir la banda viendo la cara desencajada de los músicos, que al igual que yo querían despedir a Jaime de la mejor de las maneras, pero lo hacían con la mayor de las penas.
La vuelta a los ensayos se hizo especialmente dura, y el verano muy cuesta arriba. Todavía me acuerdo de los primeros días en los que el sitio de Jaime estaba vacío y no había nadie que me preguntara casi a cada momento cómo había que tocar uno u otro pasaje de la partitura con un interés desmedido como solía hacer él. Otro de los recuerdos imborrables de este verano, fue la gran ovación que el público brindó a Jaime cuando le dedicamos el concierto en San Sebastián, recordando lo nervioso que se ponía cuando hablábamos de ese viaje y las ganas que tenía de ir. Todo el Boulevard de Donosti se unió en un gran aplauso que nos emocionó a todos por igual.
También quisimos hacerle un pequeño homenaje para recordarlo, en Santa Cecilia cuando interpretamos la obra Concerto d´Amore, de la que interpretamos un fragmento el día que nos despedimos de él.
Han pasado varios meses desde que se fue y todavía no me había atrevido a escribir, porque creo que se os debe hacer muy duro pensar en todas estas cosas, pero como representante de la banda de la Unión Musical durante todo este tiempo, he creído necesario haceros llegar el sentimiento y el recuerdo que todos tenemos de Jaime. Algo que creo que está en el corazón de todos los músicos que le conocieron es el pensamiento de que cuando perdemos a un ser querido, sólo nos puede calmar la pena pensar que si lloramos tanto su falta, es porque algún día estuvo con nosotros, convivimos con él y pasó a formar parte de nuestras vidas para siempre. Dejó una huella imborrable en nuestros corazones. Por eso, a pesar de que ya no volveremos a estar con él, nunca lo olvidaremos.
16 de Mayo de 2.009