jueves, 28 de julio de 2011

Segundo Aniversario

Ojalá fuera yo el polvo del camino
y que los pies de los pobres me estuvieran pisando…
Ojalá fuera yo los ríos que corren
y que las lavanderas estuvieran a mi vera…
Ojalá fuera yo los chopos en la margen del río
y tuviera solamente el cielo por arriba y el agua por abajo…
Ojalá fuera yo el burro del molinero
y que él me golpeara y estimase…
Antes eso que ser el que atraviesa la vida
mirando tras de sí y con pena…

Fernando Pessoa/Alberto Caeiro

Ahora se cumplen dos años de tu partida, y en este aciago periodo, el vacio que dejaste no ha podido ser reemplazado con nada. Nada hay comparable a tu presencia.
Cuantos actos, cuantos lugares, cuantas músicas, cuantas cosas “se han tornado vanas y sin sentido” al no estar tú para vivirlas con nosotros.
Sufrimos un doloroso síndrome de abstinencia después de casi trece años contigo plenos de creatividad exuberante, de curiosidad sin límite, de gracia y finura, de genio y arte.
Y en esa labor andamos, la de reconstruir nuestras vidas devastadas por tu ausencia.
Finalmente a imitación de Viktor Frankl, te diré que Ana, tu padre y yo te llevamos en nuestra mente y en nuestro corazón constantemente y que hablamos de ti todos los días, que has sido la persona más importante en nuestras vidas y que los años de felicidad vividos contigo pesan más en nuestra existencia que incluso tu propia muerte.
Te queremos Jaime.

Cuando la luna cae sobre el césped
no sé lo que me recuerda...
Me recuerda la voz de la criada vieja
contándome cuentos de hadas.
Y de cómo nuestra Señora vestida de mendiga
andaba de noche por los caminos
socorriendo a los niños maltratados...
Si ya no puedo creer que esto es verdad
¿para qué cae la luna sobre el césped?

Fernando Pessoa /Alberto Caeiro

Ilustraré esta entrada con dos obras del pintor recientemente fallecido Lucian Freud, como homenaje y reconocimiento a su trabajo, y por ser este uno de los artistas predilectos de Jaime. Conservo varios fotomontajes de mi hijo basados en cuadros suyos.
El primero es un autorretrato que juntos pudimos contemplar en más de una ocasión en el museo Thyssen Bornemisza de Madrid. El segundo lo he escogido por su carácter inquietante, faceta del pintor que tanto entusiasmaba a Jaime.