lunes, 18 de octubre de 2010

Carta abierta a José Peris Lacasa

“La felicidad no necesita ser transmutada en belleza, pero la desventura sí”.
(Jorge Luis Borges)

Y en ello andamos, D. José, el como y el porqué del fin de semana vivido con motivo del Concurso y el modo en que la desventura se convierte en felicidad es un asunto neuronal de intrincada y compleja comprensión.
Mi desdicha y mi dolor han sido los peores imaginables, nada hay más atroz que ver expirar a un hijo entre los brazos.
Nada acontece por azar, cada obra lo es como consecuencia de otra y cada acción lleva irremisiblemente a otra tejiendo así nuestras existencias.
Ignoro si Dios o la mala suerte o ambos a una, dispusieron una selección de instrumentos y personas que al confluir han generado algo positivo y trascendente. Algo que ahora nos corresponde utilizar y dar forma para darle el uso idóneo y más conveniente.
Con la relación de instrumentos no le aburriré, y en cuanto a la relación de personas un solo matiz que no preví, el de su presencia e implicación.
Siento que ha hecho suyo nuestro proyecto, que lo que nacía sin defensas ni contrafuertes, ha resultado ser una criatura vigorosa que merced a apoyos incondicionales como el de Vd. va a perdurar en el tiempo.
Ningún hombre triunfa en todo lo que emprende. En este sentido somos todos unos fracasados. Lo importante es no desfallecer en el intento, y mientras así sea, el esfuerzo de nuestra vida se verá necesariamente premiado.
Jaime nos estaba destinado por algún misterioso propósito de la Divina Providencia, nosotros simples mortales no pretendamos penetrarlo, pero una de sus consecuencias es este Concurso, que nos reunió y unió para conocernos, para proyectarnos, para crear lazos entre semejantes con afinidades y diferencias, coincidencias y disidencias, como debe ser. Una cosa es la amistad y otra bien diferente la uniformidad.
Gracias Maestro, por todo, por su labor entre nosotros, por su elocuencia torrencial, por su inmejorable humor, por su regalo.
P.S.
Mientras nos regalaba y dedicaba su disco nos increpaba, - ¡pero vedlo eh! –
pues bien, lo tengo en casa, en el trabajo, en el teléfono, en el coche y lo escucho y veo prácticamente a diario. Hoy ilustraré esta entrada con un fragmento, he elegido, no sé si con buen criterio, el correspondiente a la Segunda Palabra, guiado probablemente por el sentido positivo y esperanzador de la misma.
«Hodie mecum eris in Paradiso».
«En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso»
(Lucas:23,23-43).