jueves, 1 de octubre de 2009

Carta a Jaime

¿Qué tal, hijo? ¿Estás en alguna parte? ¿Tocas el chelo? ¿Has empezado el instituto? ¿Se liga por ahí? ¿Has vuelto a montar a caballo?
Por aquí como siempre, eso si, se acabó el calor, ese calor que aborrezco y con el que partiste; ahora tenemos un tiempo perfecto, durará poco, como todos los años. No te puedes imaginar como te echamos de menos, sobre todo tu madre. Hace 2 meses ya, solo dos días ha habido en que no derramé una lágrima, pero es que me lo propuse, me costó, no creas. Como tantas veces te repetí hay que conducirse por la vida con torería, y sobreponerse a la adversidad con rapidez y entereza, pero esta vez me está costando.
La muerte y el dolor forman parte indisoluble de la vida, yo ya lo sabía, pero hay que probar para conocer y me han servido una ración desmesurada, desaforada, ingente.
No soy agnóstico, ni gnóstico, ni creyente, ni ateo; mis valores: cultura, rectitud moral, ética… no me están sirviendo de gran cosa, no sé por donde continuar; asisto a todas mis actividades habituales, desarrollo todas mis funciones, todo parece discurrir con regularidad, pero todo resulta incompleto.
No me siento infeliz, es algo diferente, la infelicidad es propia de ignorantes, es dolor en estado puro, dolor sin analgésico posible, llorar me duele terriblemente pero también contener las lágrimas.
No sé donde desembocará esta situación aunque lo intuyo, es el tiempo el que difuminará los recuerdos y con ellos esta infinita tristeza; pero duele igualmente imaginarlo, porque eso se traducirá posiblemente en una suerte de olvido que no deseo de ningún modo. No quiero olvidar, (“dejar de tener en la memoria lo que se tenía o debía tener”) quiero que los recuerdos permanezcan vívidos como hasta hoy. Estoy confundido pero me siento bien.
Nos vemos…

De JAIME.COM