Córdoba.
Lejana y sola.
Jaca negra, luna grande,
y aceitunas en mi alforja.
Aunque sepa los caminos
yo nunca llegaré a Córdoba.
Por el llano, por el viento,
jaca negra, luna roja.
La muerte me está mirando
desde las torres de Córdoba.
¡Ay qué camino tan largo!
¡Ay mi jaca valerosa!
¡Ay, que la muerte me espera,
antes de llegar a Córdoba!
Córdoba.
Lejana y sola.
(Federico García Lorca, 1924)
¿Hasta cuando seguiré vertiendo estas lágrimas amargas como la hiel?, ¿Nunca acabará esta tortura, este desgarro que me atenaza, estorba y dificulta la existencia?, ¿Cuando volveré a estimar esta tierra áspera eje de mi vida, que me lo concedió todo y todo me lo arrebató en un instante?, ¿Que va a ser de mí los días que me restan?
Lloro todos los días sin excepción, sin esperanza, sin consuelo imaginable, harto de vitalidad desorientada, sin meta, sin horizonte, a la deriva.
Y digo esto porque quiero que mi dolor sea público, que se conozca, que lo advierta hasta el ser más elemental. No hay dolor como el mío, mi pesar es el más grande y es en su reconocimiento donde estriba mi sosiego.
Nunca lloro con pañuelo, como San Juan en la foto adjunta, me complace dejar resbalar las lágrimas hasta que rebosan de la cara y caen.
Lloro todos los días sin excepción, sin esperanza, sin consuelo imaginable, harto de vitalidad desorientada, sin meta, sin horizonte, a la deriva.
Y digo esto porque quiero que mi dolor sea público, que se conozca, que lo advierta hasta el ser más elemental. No hay dolor como el mío, mi pesar es el más grande y es en su reconocimiento donde estriba mi sosiego.
Nunca lloro con pañuelo, como San Juan en la foto adjunta, me complace dejar resbalar las lágrimas hasta que rebosan de la cara y caen.
Antonio del Castillo Saavedra (Córdoba, 1616 - 1668)
En el Museo de Bellas Artes de Córdoba (27 de mayo de 2.006).