Jaime murió el 2 de Agosto de 2009 a la edad de 12 años tras caer del caballo. No se demoró en partir, la mañana y su muerte fueron perfectas, el lugar también lo es.
Su paso por la vida ha sido impecable.
Su pérdida es terriblemente dolorosa.
Y Dios dijo: “Toma ahora a tu hijo, tu único, a quien amas, a Isaac, y ve a la tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que Yo te diré.”
Isaac habló a su padre Abraham: “Padre mío.” Y él respondió: “Aquí estoy, hijo mío.” “Aquí están el fuego y la leña,” Isaac dijo, “pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?”
Así discurre el relato hasta el instante mismo en que Abraham alza el cuchillo para sacrificar a su único y apreciado hijo y en el que un Ángel le ordena detenerse in extremis. Voy a imaginar que Isaac, bien pudiera contar con 12 años de edad, cuando se disponía a morir, visto su comportamiento, sumisión y fe ciega en todo cuanto su padre determinara. Quien quiera que ideara semejante prueba, conocía a la perfección la naturaleza y condición humana, porque no resulta concebible mayor atrocidad para verificar el carácter de un padre que pedirle la vida de su propio hijo. Antes de que tu madre te conformara en su seno yo ya te conocía y antes de que nacieras, ya te amé por encima de todo. Te coloqué en la cima de mis preferencias y te antepuse a cualquier otro objetivo o razón de mi existencia. De ti recuerdo el cariño de tu niñez, tu amor de adolescente. Tu fe ciega en mi conocimiento. Me hubieras seguido en el desierto y en la selva. Y me seguiste sin remisión hasta el final, con 12 años igualmente. “Si el veneno o el acero hubieran podido cortar el hilo de mi existencia”, habría tardado un instante en ir a reunirme contigo pero carecía y carezco de una cualidad imprescindible, confusa y escasa: el valor, virtud que admiro y aprecio. Dos posturas, actitudes y concepciones contrapuestas, con respecto a la progenie, la de Abraham subyugado por Dios y su poder omnímodo y la mía sometida al hombre y sus debilidades.
Sacrificio de Isaac, Caravaggio
Sacrificio de Isaac, Marc Chagall
Sacrificio de Isaac, Robert Crumb
Story of Isaac, Leonard Cohen
"La puerta se abrió lentamente Mi padre entró Yo tenía nueve años y permaneció de pié tan alto sobre mí Los ojos azules estaban brillantes y su voz fue muy fría Dijo: "He tenido una visión y tu sabes que soy fuerte y santo Debo hacer lo que me ha sido ordenado" Así que comenzamos a subir la montaña Yo iba corriendo el iba andando y su hacha estaba hecha de oro"
De la ciudad de Dorotea se puede hablar de dos maneras: decir que cuatro torres de aluminio se elevan desde sus murallas flanqueando siete puertas del puente levadizo de resorte que franquea el foso cuya agua alimenta cuatro verdes canales que atraviesan la ciudad y la dividen en nueve barrios, cada uno de trescientas casas y setecientas chimeneas; y teniendo en cuenta que las muchachas casaderas de cada barrio se enmaridan con jóvenes de otros barrios y sus familias se intercambian las mercancías de las que cada una tiene la exclusividad: bergamotas, huevas de esturión, astrolabios, amatistas, hacer círculos a base de estos datos hasta saber todo lo que se quiera de la ciudad en el pasado el presente el futuro; o bien decir como el camellero que me condujo allí: “Llegué en la primera juventud, una mañana, mucha gente caminaba rápida por las calles hacia el mercado, las mujeres tenían hermosos dientes y miraban derecho a los ojos, tres soldados sobre una tarima tocaban el clarín, todo alrededor giraban ruedas y ondulaban papeles coloreados. Hasta entonces yo sólo había conocido el desierto y las rutas de las caravanas. Aquella mañana en Dorotea sentí que no había bien que no pudiera esperar de la vida. En los años siguientes mis ojos volvieron a contemplar las extensiones del desierto y las rutas de las caravanas, pero ahora sé que este es solo uno de los tantos caminos que se me abrían aquella mañana en Dorotea”.
Italo Calvino
De todas las ciudades invisibles de Calvino mi preferida ha sido siempre Dorotea (don de Dios), sin duda alguna por la gracia que la adorna y por el mensaje esperanzador que de ella se desprende. Su lectura produjo en mi alma un impacto difícil de expresar, la descripción que de ella hace el camellero me derivó a antiguos paraísos perdidos, a sueños recónditos de una existencia anterior feliz y plena. La sensación de haber conocido en otro tiempo dicha ciudad era demasiado fuerte, como una paramnesia o un déjà vù. “En Dorotea sentí que no había bien que no pudiera esperar de la vida”, esas palabras resonaban en mi cabeza con tanta insistencia que pronto las convertí en mi filosofía de vida. Sin buscarlo tenía en mi mano el secreto de la felicidad, me sentía iluminada, dueña de un poder casi ilimitado. “Pero ha pasado el tiempo y la verdad desagradable asoma”, la experiencia hizo tambalear mi ingenuidad y me enseñó también que no había mal que no pudiera esperar de la vida. Huelga decir que Jaime fue un pilar fundamental en la construcción de mi felicidad, y que su pérdida ha sido la causa absoluta de mi desventura. Es duro reconocer que me he sentido violada, quebrantada, transgredida en lo más sagrado de mis sentimientos por esta vida que tantas cosas buenas prometía y que tanto me ha decepcionado. Es terrible escuchar cómo el dolor me llama por mi nombre sin darme tregua.
La primera ilustración recrea las geometrías ilusorias de Escher de una ciudad que podría ser Dorotea. La siguiente plasma la atrocidad de una cárcel igualmente ilusoria e imposible del artista veneciano del siglo XVIII, Piranesi. El video nos lo remite nuestro buen amigo Francisco y es un montaje digital a partir de los grabados carcelarios de este último. Se trata de una magnífica interpretación de Yo-Yo Ma del Preludio de la 2ª Suite para violoncello de Bach.
“Quien es como el Tao es perdurable. Aunque su vida se extinga, no perece.” Tao te King, Lao Tse
¡Que intrincadas ideas para un pensador occidental! Lo anoté meses atrás con la esperanza de comprender y aunque no haya cobrado sentido alguno con el paso del tiempo, no me cabe la menor duda de que resulta hermoso y esperanzador. Me alivia y consuela y además me complace y agrada en su simplicidad y concisión. Es el Tao te King, una obra que siempre reaparece en mi vida de un modo recurrente y con la que he disfrutado tantas veces como la he hojeado. En el último año siempre va conmigo, la abro, al azar, en cualquier momento o circunstancia y siempre doy con el pasaje y la interpretación de mi agrado. También lo hago con la Biblia, pero esto es capítulo aparte. El universo no tiene sentimientos, dice en otro pasaje.
Los sentimientos son fruto de la debilidad, digo yo ahora, la fuerza brota del hombre recto y en armonía consigo mismo y con el universo. La fortaleza hace el tránsito más fácil y fluido, más sencillo y sugerente.
Entregarse a la debilidad es sentenciar tu destino y no en un sentido positivo ni favorable.
"Ah, la felicidad busca la luz, por eso juzgamos que el mundo es alegre; pero el dolor se esconde en la soledad, por eso juzgamos que el dolor no existe"
Bartleby, el escribiente; Herman Melville
¿Duele verdad? - Claro que duele, duele con el dolor más atroz y pertinaz imaginable.
Me estaba preguntando como ilustraría esta entrada y tras recurrir a la red de redes he hallado esto que le encantaba a mi hijo.