sábado, 24 de abril de 2010

San Jorge

Me pide Paz que ponga de relieve unas virtudes que por escasas y extraordinarias resultan tanto más llamativas. Las detentaba, como no, Jaime, y las enumeraré, no por su relevancia sino tal y como acudan a mi memoria.
Tal día como hoy, el año pasado, Jaime, caracterizado como un caballero medieval, y junto a su caballo se prestaba a contribuir con su trabajo a la recaudación de fondos para la asociación ecuestre a la que pertenecía en el marco de la celebración de la festividad de San Jorge.
Fueron dos jornadas agotadoras. La labor consistía en pasear niños con su caballo, mientras lo conducía a pie llevándolo de las riendas.
Esta sencilla labor desarrollada a la edad de doce años, fue su único trabajo remunerado en este mundo, aunque el producto y beneficio del mismo resultara ser para su asociación.
Pues bien, la abnegación, celo, entusiasmo, desinterés personal, pasión, alegría, afecto por sus semejantes, con que llevó a cabo su trabajo, hacen que hoy me vea impelido a escribir estas líneas para, una vez más, dejar patente la excelencia y excepcionalidad del ser humano que hemos perdido.
No acabaré aquí, esta semblanza. La fugaz estela del cometa que fue su existencia nos empuja ahora mismo a hacer de su paso por la vida, una proyección de su personalidad con la creación de nuestra Asociación Cultural y con ella del I Concurso Nacional Jóvenes Promesas del Violoncello.
El altruismo, la filantropía, la generosidad, la bondad en suma que conformaron su personalidad serán la consigna en el día a día de la asociación, tal y como él desearía.
Difundiremos a través de la pervivencia de su memoria las características humanas de entrega a sus semejantes sin contrapartidas, que tanto le caracterizaron.
Ese será su legado y ese será nuestro testimonio, que nace con vocación de perdurar indefinidamente.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

El año pasado mi hijo tenía por estas fechas un año y medio. Me parece que fue el niño que más veces montó en el caballo que conducía Jaime. No recuerdo bien, pero creo que se pagaba la voluntad y a cambio de esa pequeña contribución tenías derecho a unas vueltas en el caballo. A la hora de montar a mi hijo coincidió que pagamos a Jaime dos veces, pues estábamos allí varias personas y con el follón del momentó coincidió así. No sabéis lo que costó convencer a Jaime para que no nos devolviera nada. Como no quisimos cogerle el dinero ya se encargó él de que el niño montara todas las veces que estuvo en sus manos. A lo largo del fin de semana estuvimos pasando por allí varias veces y cada vez que nos veía nos llamaba insistentemente para que fuéramos a montar. No teníamos ni que hacer cola, en cuanto se desocupaba, lo primero era montar al nuestro.
Desde luego que es de resaltar la pasión y entrega que puso en su labor. Lo justo y afectuoso que fue con nosotros es lo que quería destacar. De hecho, mi pequeño se acuerda perfectamete de todo aquello. Hace poco vio una foto de Jaime y dijo que ese nene lo montaba en los caballos.
No hay duda, Jaime era una de esas personas que dejan huella, pero hasta en las cosas más simples y cotidianas. Yo siempre me acordaré mucho de él.

Susana.

José Carlos dijo...

Cuanta grandeza humana tuvo Jaime y que enorme categoria moral. Lo que contáis lo pone de manifiesto. Llama la atención como fomentaba el bien a su alrededor, y sobre todo, sus modos....los modos como hacía, decía, recibía, sentía y reaccionaba ante todo.

Por eso os felicito por la creación de la Asociación, porque es una forma de proyectar el espíritu de Jaime, para que trascienda por irradiación a todas partes.

Hoy, día de la madre, felicito especialmente a Paz. Aunque es normal que se entremezclen algo los sentimientos, se me ocurre que hay que pensar que no hemos perdido a Jaime, sino que se nos adelantó, porque alcanzó muy pronto la plenitud. Lo mejor de Jaime, su deslumbrante espíritu, sigue vivo entre todos nosotros, por eso aunque la vida pueda presentar razones para estar tristes, también le podemos demostrar nosotros a la vida que tenemos motivos para reir y ser felices.

José Carlos