sábado, 7 de mayo de 2011

El Cielo

Entresaco lo que sigue de una obra delirante prodigiosamente rematada y en la que su autor invirtió, a buen seguro, buena parte de su vida. Yo lo conozco a través de J.L. Borges. Con este aval y mi particular disposición recreo un lugar y una situación que bien podría acercarse a una descripción del Paraíso.
“Los niños que mueren son niños también en la otra vida, tienen el mismo carácter infantil, la misma inocencia por la ignorancia, la misma delicadeza en todo; se hallan meramente en sus principios a fin de que puedan llegar a ser ángeles; porque los niños no son ángeles, pero llegan a ser ángeles.”
Categórica afirmación sin fisuras ni opciones a refutación.
“Tan pronto como resucitan los niños, lo cual hacen inmediatamente después de la muerte, son conducidos al cielo y allí entregados a ángeles que son del sexo femenino, quienes en la vida de su cuerpo amaban tiernamente a los niños y también a Dios”.
Igualmente sin objeción posible.
“Me ha sido dado ver a niños ataviados con mucho adorno; llevaban alrededor del cuello guirnaldas de flores relucientes de hermosos colores celestiales, y también alrededor de sus tiernos brazos.
Una vez me ha sido dado ver a niños con las damas encargadas de su educación, acompañados de doncellas en un jardín paradisíaco, hermosamente adornado no tan sólo con árboles sino con arcadas de cierta especie de laureles y por consiguiente pórticos por los cuales se entraba al interior, y los niños, entonces vestidos de la referida manera, parecían un grupo de flores que se destacaba sobre la entrada alegremente."
Y para finalizar
"Es de notar que los niños en el cielo no crecen más que hasta la primera juventud, y en ella permanecen eternamente.”
Del cielo y del infierno, Emanuel Swedenborg (1688–1772)
No es cosa de cuestionar, asuntos tan intrincados, y mucho menos yo que he descreído más que el propio Santo Tomás, que aunque elevado a los altares es el paradigma de la incredulidad.
Me diste tantas cosas que ahora juzgo inmerecidas, tu dulzura y tu bondad, el Quattrocento y el Cinquecento, las tardes interminables de verano, tu obstinada afición por los viajes, tu memoria que hacía mía, tus ojos por los que veían los míos, Vermeer, van Eyck, Hopper, La balsa de la Medusa, La lección de anatomía.....
Ahora, me sigues dando, acaso ya merecidamente, vivencias de otra índole, igualmente gratificantes. Hoy en forma de este atisbo del más allá, del Paraíso, con el que distraigo mis sentidos y mi vida.
Creer, porque ya casi lo creo y dudar a un tiempo de que yo, o lo que de mi reste acceda a ese Cielo. O mejor aún, “me sea dado ver” y por tanto verte en esa “eterna primera juventud” a la que se refiere este místico atípico y extraordinario.
Mientras esto escribía trataba de encontrar en mis registros neuronales una pintura que haya plasmado con cierta calidad esta manifestación del Cielo de los niños.
Una lámina enmarcada con austeridad presidió mi dormitorio de niño y adolescente. Incomprensible e inquietante entonces, ahora se me brinda como la imagen que bien puede reflejar ese Cielo, ese Paraíso que con certeza habitas con tu nueva y recién estrenada naturaleza angelical.
La obra siguiente es de Xul Solar, pintor y místico argentino, unido a Borges por su común afección a Swedenborg. Añadiré una frase del artista para ilustrar mejor su pensamiento:
“Lo que se ve en el otro mundo depende un poco de uno”.
Y acabo con una obra y un artista que desconocía, lleva directamente por título El Paraiso.


La Anunciación, Fra Angélico


Xul Solar


Meister (Oberrheinischer) - El Paraíso