La consideración, los honores, el
reconocimiento, nunca fueron mi meta ni mi acicate. Otros motivos y razones
sacuden mi realidad y mi existencia.
Hoy ha acontecido uno de esos hechos que
bien podría encuadrarse entre las primeras motivaciones y que obviamente no
referiré. Jaime, paradigma de virtudes, no lo haría y yo que trato de emularlo
tampoco. En cualquier caso ha sido un detonante, en un momento en el que mis
entradas en este blog se espaciaban sin una explicación o justificación.
El hilo de este post se va devanando sin
abordar el tema que lo generó: los lectores anónimos que aquí se demoran, a los
que tanto debo y de los que tanto ignoro.
¿Quienes seréis esos desconocidos que una
y otra vez retornáis a este sitio, según reflejan las estadísticas, para leer
lo que a lo largo de estos casi mil días hemos escrito?, ¿Qué ignoradas razones
y motivaciones os hacen volver?, ¿Me habréis visto alguna vez?, ¿Me cruzaré en
la calle con alguno de vosotros, inconsciente de lo mucho que de mí conocéis?
Gracias, de corazón por vuestra compañía,
por vuestro reconocimiento, por vuestra lealtad muda e inapreciable. Vuestra
cercanía es impagable, inestimable y extraordinaria. Trataré por todos los
medios de seguir siendo acreedor de vuestra atención, de entreteneros, conmoveros,
turbaros, perturbaros, o lo que quiera que sea o haya sido vuestra razón para
acercaros hasta este lugar. Lugar o sitio, que cual iglesia o ermita digital,
pretende a un tiempo, ser altar y foro de alguien que necesitó y precisa
“hablar” y por encima de todo ser escuchado.
La cita literaria va por todos vosotros,
los que con vuestra compañía habéis alentado nuestra vida hasta hoy; es un
versículo bíblico que resume el Sermón de la Montaña y que es intemporal y
universal:
"Así que, todas las cosas que
queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con
ellos" (Mt. 7, 12)
La fotografía es de Jaime y su madre en
el Museo Julio Romero de Torres de Córdoba (10/09/05).
El vídeo es un corto de Raoul Servais,
homenaje a Paul Delvaux y a su particular visión de la pintura.
La música es de Björk, recomendada por mi
cuñado y amigo J.A. Benavente.
El cóctel está servido, con ligeras
variaciones según el autor y el momento ha sido la fórmula común a todas las
entradas de este blog. El tono es distinto, sin duda, de aquel que impregnaba
nuestros primeros posts aunque hoy como ayer mi corazón sufre tanto que ya no
hay casi nada que lo alegre.