Me pide Paz que ponga de relieve unas virtudes que por escasas y extraordinarias resultan tanto más llamativas. Las detentaba, como no, Jaime, y las enumeraré, no por su relevancia sino tal y como acudan a mi memoria.
Tal día como hoy, el año pasado, Jaime, caracterizado como un caballero medieval, y junto a su caballo se prestaba a contribuir con su trabajo a la recaudación de fondos para la asociación ecuestre a la que pertenecía en el marco de la celebración de la festividad de San Jorge.
Fueron dos jornadas agotadoras. La labor consistía en pasear niños con su caballo, mientras lo conducía a pie llevándolo de las riendas.
Esta sencilla labor desarrollada a la edad de doce años, fue su único trabajo remunerado en este mundo, aunque el producto y beneficio del mismo resultara ser para su asociación.
Pues bien, la abnegación, celo, entusiasmo, desinterés personal, pasión, alegría, afecto por sus semejantes, con que llevó a cabo su trabajo, hacen que hoy me vea impelido a escribir estas líneas para, una vez más, dejar patente la excelencia y excepcionalidad del ser humano que hemos perdido.
No acabaré aquí, esta semblanza. La fugaz estela del cometa que fue su existencia nos empuja ahora mismo a hacer de su paso por la vida, una proyección de su personalidad con la creación de nuestra Asociación Cultural y con ella del I Concurso Nacional Jóvenes Promesas del Violoncello.
El altruismo, la filantropía, la generosidad, la bondad en suma que conformaron su personalidad serán la consigna en el día a día de la asociación, tal y como él desearía.
Difundiremos a través de la pervivencia de su memoria las características humanas de entrega a sus semejantes sin contrapartidas, que tanto le caracterizaron.
Ese será su legado y ese será nuestro testimonio, que nace con vocación de perdurar indefinidamente.
Tal día como hoy, el año pasado, Jaime, caracterizado como un caballero medieval, y junto a su caballo se prestaba a contribuir con su trabajo a la recaudación de fondos para la asociación ecuestre a la que pertenecía en el marco de la celebración de la festividad de San Jorge.
Fueron dos jornadas agotadoras. La labor consistía en pasear niños con su caballo, mientras lo conducía a pie llevándolo de las riendas.
Esta sencilla labor desarrollada a la edad de doce años, fue su único trabajo remunerado en este mundo, aunque el producto y beneficio del mismo resultara ser para su asociación.
Pues bien, la abnegación, celo, entusiasmo, desinterés personal, pasión, alegría, afecto por sus semejantes, con que llevó a cabo su trabajo, hacen que hoy me vea impelido a escribir estas líneas para, una vez más, dejar patente la excelencia y excepcionalidad del ser humano que hemos perdido.
No acabaré aquí, esta semblanza. La fugaz estela del cometa que fue su existencia nos empuja ahora mismo a hacer de su paso por la vida, una proyección de su personalidad con la creación de nuestra Asociación Cultural y con ella del I Concurso Nacional Jóvenes Promesas del Violoncello.
El altruismo, la filantropía, la generosidad, la bondad en suma que conformaron su personalidad serán la consigna en el día a día de la asociación, tal y como él desearía.
Difundiremos a través de la pervivencia de su memoria las características humanas de entrega a sus semejantes sin contrapartidas, que tanto le caracterizaron.
Ese será su legado y ese será nuestro testimonio, que nace con vocación de perdurar indefinidamente.