Paz, mi hermana y madre de Jaime, me ha pedido que escriba ( “como quiera, objetivamente o subjetivamente ”) algo sobre el Concurso “Jaime Dobato Benavente”. Respondo a su invitación con gusto y espero que esto anime a otros a hacer lo mismo. Sin duda, dentro de unos años, cuando el Concurso esté bien rodado y haya tomado la trayectoria que le deseamos, nos gustará leer los recuerdos e impresiones que recogimos aquellos tres intensos días, 24, 25 y 26 de Septiembre 2010, en Alcañiz.
Violeta Parra, en su canción “ Volver a los diecisiete” habla de un “ instante fecundo”. Así es como yo definiría la experiencia del Concurso, no solamente para los jóvenes participantes sino también para muchos de nosotros que tuvimos la suerte de asistir a éste.
Durante el Acto Inaugural que tuvo lugar en la preciosa capilla (s. XIII) del Castillo de los Calatravos, el compositor y docente Don José Peris Lacasa, Presidente del Jurado, nos recordó el papel humanizador de la música. No se trata tanto de dominar una técnica y de practicar la excelencia como de educar el sentimiento, de cuidar la interioridad, de crecer en lo transcendental y espiritual, de vibrar. ¡ Que enfoque tan original y atrevido en un momento en el que cada uno de esos jóvenes se disponía a concursar con la ambición legítima de ser el mejor!
El ambiente general del Concurso, desde la inauguración hasta la clausura, fue cálido y amistoso al mismo tiempo que serio y profesional. Hubo espacio para la técnica y para la emoción, para el rigor y la generosidad.
Nos sorprendió agradablemente el alto nivel de los concursantes. Esas Jóvenes Promesas del Violonchelo nos hicieron soñar con un futuro en el que el Arte, en todas sus expresiones, sea promocionado desde la primera infancia y ocupe un lugar mucho mas importante que el que tiene ahora en nuestra sociedad.
Tuvimos la suerte de contar en el Jurado no solamente con Don José Peris Lacasa, gran personalidad en el ámbito de la música, sino también con Don Dimitri Furnayev, conocido como uno de los mejores violoncellistas de España. Por lo que pude percibir, no se limitaron a valorar con ecuanimidad y discernimiento ( aspectos, por otra parte, esenciales en un trabajo de Jurado). Les vi también situarse como mentores y “padres” de una nueva generación de músicos. Para eso estamos los adultos, para engendrar futuro, y para eso esperamos que sirva este Concurso.
Durante los días que precedieron el Concurso y durante el fin de semana en el que éste tuvo lugar, el nombre de Jaime Dobato Benavente apareció escrito en varios carteles luminosos, posters, escaparates… En medio de la ausencia que su muerte nos impuso de manera brutal hace un año, el nombre de Jaime escrito de esa manera, en espacios públicos, nos hizo recuperar por un momento una forma de presencia, mezclada a la vida ajetreada de calles y de tiendas, reinsertada en las actividades y programas de una ciudad.
Para su familia paterna y materna, el Logo del Concurso que con tanto acierto creó nuestro amigo Álvaro Lombarte no podía dejarnos indiferentes. Sobre fondo oscuro, en el escenario del Teatro de Alcañiz, ese Logo con su “D” de Dobato y su “B” (transformada en violoncelo) de Benavente nos recordaba continuamente lo que muy bien sabíamos: que se trataba de algo, de alguien muy nuestro. El Logo nos hablaba, con una mezcla de orgullo y de dolor, de esa red tejida con vínculos de carne y de sangre a la que pertenecemos, la familia de Jaime.
Poco tiempo después de su muerte, la memoria y el nombre de Jaime no podían ser mejor celebrados y, a veces, me pregunto cuál es la alquimia que ha producido algo así… Sin duda, la manera como Jaime vivió y murió, sus sorprendentes dones, su personalidad, la capacidad de sus padres y hermana de transcender el indecible dolor, el apoyo de familiares y amigos, el gran compromiso de algunas personas durante la fase de preparación del Concurso… son factores que han permitido que la tragedia del 2 de Agosto del 2009 se transforme en algo tan lleno de vida, de esperanza y de belleza.
Al mismo tiempo, intuyo que, al leer todo esto, a algunos de vosotros os puede venir a la mente una cuestión que, personalmente, me he planteado a menudo estas últimas semanas y que no me es fácil formular. Se trata de esas otras vidas jóvenes que también se apagaron, como la de Jaime, demasiado pronto, brutalmente... Quiero pensar en ellos también, honrar sus nombres y sus memorias, porque cada vida, cada muerte, tiene el mismo valor sagrado, aunque solamente algunas de ellas adquieran la notoriedad que Jaime está adquiriendo.
De vez en cuando hemos hablado de Jaime como de “ una estrella fugaz”. La comparación me parece acertada, pero hoy – acordándome de otros jóvenes que también se fueron- prefiero pensar en una constelación de estrellas.
No os olvidamos, Ignacio, Marta, Gonzalo, Miguel, Mámen… “ Alegraos, porque vuestros nombres están escritos en los cielos”.