lunes, 29 de noviembre de 2010

Sevilla

"Qué pueda, Virgen, que pueda
volver con sangre a Sevilla
y al frente de mi cuadrilla
lucirme por la Alameda."
Joselito en su Gloria, Rafael Alberti

Transcribo lo que a continuación viene, tecleado en el teléfono el sábado pasado mientras el tren se deslizaba a 300 Km/hora por medio pais.

"Estoy regresando a casa, después de 3 días en Sevilla. Mi afición a los caballos me ha traído una vez más a esta ciudad que ahora abandono con pesar, como siempre que la he visitado.
Son 17 años asistiendo al Sicab, con dos faltas, una el año que nació Jaime (1996), otra el año que murió (2009).
Encabezaba esta entrada con unos versos de Alberti que ya incluí en otra entrada. Recrean los últimos momentos de Joselito. Un torero moribundo le pide a la Virgen que le conserve la existencia para poder volver a Sevilla.
El año pasado creía que no podría regresar nunca, no ha sido así, como el maestro agonizante, le pedía a Dios que no me arrebatara también el gusto por esta ciudad, que me permitiera volver con Paz y Ana y volver a pasear entre los caballos y las yeguas, oliendo a Zotal, a guarniciones nuevas, beber una Cruzcampo, oír hablar a los sevillanos.
Me faltas Jaime, es verdad, la cuadrilla no ha estado al completo, pero no has faltado en ninguna conversación, con ese don tuyo de la ubicuidad que tanto has ejercido en tu existencia y ahora en esta suerte de estar y no estar, ser y no ser que estamos viviendo."

Estas fotografías corresponden a la edición del Sicab 2008, éramos cuatro en esa ocasión, Ana, Jaime, Olga y yo mismo.



martes, 16 de noviembre de 2010

Las Ciudades Invisibles I

"LAS CIUDADES Y LA MEMORIA
Partiendo de allá y caminando tres jornadas hacia levante, el hombre se encuentra en Diomira, ciudad con sesenta cúpulas de plata, estatuas en bronce de todos los dioses, calles pavimentadas de estaño, un teatro de cristal, un gallo de oro, que canta todas las mañanas sobre una torre. Todas estas bellezas el viajero ya las conoce por haberlas visto también en otras ciudades. Pero es propio de ésta que quien llega una noche de septiembre, cuando Los días se acortan y las lámparas multicolores se encienden todas juntas sobre las puertas de las freiduras, y desde una terraza una voz de mujer grita: ¡uh!, se pone a envidiar a los que ahora creen haber vivido ya una noche igual a ésta y haber sido aquella vez felices."
Italo Calvino


Hace algunos años cayó en mis manos el libro “Las Ciudades Invisibles” de Italo Calvino. Nunca conseguí leerlo de un tirón. Es la clase de lectura que necesita un estado de ánimo y una disposición especial, es como un buen libro de poesía, el lector no suele acabarlo pero no puede desprenderse de él.
Desde hace años está en mi mesa de noche (que no mesilla), amontonado entre pilas de libros y no pasa mucho tiempo sin que lo consulte de nuevo. El libro es una especie de laberinto, plagado de ciudades imaginarias, ciudades invisibles, descritas morfológicamente con todo lujo de detalles y descritas también de otro modo, yo diría bajo el punto de vista de los sentimientos y de las reacciones humanas.
Kublai Jan, el emperador de los tártaros encarga a Marco Polo que viaje por su imperio y le describa lo que ve. El veneciano describe lo que ve, pero sobretodo lo que no ve. Son ciudades que están ahí pero son invisibles y finalmente sólo las comparten el emperador y él.
El libro es referencia obligada para arquitectos y urbanistas, ya que el lector encuentra inteligentes reflexiones que Calvino hace en torno a la habitabilidad y humanización de las ciudades.
Inventar urbes y países es un arquetipo que forma parte del inconsciente colectivo y que es relativamente común. Cuento esto porque Jaime, con su desbordante imaginación, creó un complejo universo de ciudades y países invisibles con nombres y particularidades propias, con sus leyes y su historia, en resumen, cada uno con su propia idiosincrasia. Este pequeño mundo se extendía a lo largo de cualquier rincón de nuestra casa, por ejemplo bajo la mesa del comedor se erguía Lironte y en la chimenea Chimentón, en la lavadora estaba Lifilín Pato y en el cesto de la ropa sucia Vivirenaricozi. Estas ciudades invisibles eran tan reales para él como la pura realidad y consiguió, con el paso del tiempo que lo fueran también para todos nosotros. Confundir por nuestra parte un nombre con otro o equivocar la ubicación de una urbe suponían una grave ofensa al desconocer conceptos que para él eran evidentes. En definitiva, él era Marco Polo y nosotros el emperador de los tártaros. El país de Cabriante fue el último que me enseñó pocos días antes de partir,” su capital es Puebla de Cabra Mayor”, me dijo solemnemente. “Tomo nota”, contesté divertida.
Adornaré esta entrada con un dibujo de Jaime sobre la ciudad de Clerdeva , podría ser sin lugar a dudas cualquiera de las urbes descritas magistralmente por Calvino, con sus cúpulas de plata y sus torreones como dedos que apuntan al cielo.
Las otras ilustraciones son de M.C. Escher, pintor de ciudades y edificaciones imposibles, muy admirado por nosotros. ¿Recuerdas, Jaime, cómo nos devanábamos los sesos intentando comprender su obra que desafía las reglas de la física, la gravedad y la lógica? Tal vez el lugar en que ahora te encuentras se parece más a tus ciudades invisibles y a las de Calvino y Escher que a este mundo nuestro. Tal vez las escaleras se pueden recorrer boca abajo y el agua tiene tendencia a flotar en el aire, ¿Quién sabe?
Paz


Clerdeva, (dibujo inacabado), Jaime Dobato Benavente


Relatividad, M.C. Escher


Escaleras arriba, escaleras abajo, M.C. Escher

martes, 9 de noviembre de 2010

Cazar

Al bosque mío entro con raíces,
con mi fecundidad: De dónde
vienes?, me pregunta
una hoja verde y ancha como un mapa.
Yo no respondo. Allí
es húmedo el terreno
y mis botas se clavan, buscan algo,
golpean para que abran,
pero la tierra calla.
Pablo Neruda, El cazador en el bosque




Siento cada otoño una agitación ancestral de mis instintos que me lleva al campo de un modo ineludible. Sobreviene el éxtasis, la inconsciencia de vivir, absorbido y enajenado por la pasión; esforzado al límite de mis fuerzas por atrapar aquel alimento que está vivo y huye a toda velocidad.
Es la pura irrupción de la vida, la marea de existir, el perfecto goce de cada músculo, de cada articulación, de cada tendón, y el hecho incontrovertible de la cara de la muerte, delirio y desenfreno expresado en el movimiento, en la carrera exultante sobre la tierra.
Gracias Dios por cada perdiz que he abatido, han sido como rosas en mi camino y lloro de felicidad por ellas.
Echo a caminar para estar a solas con mi alegría y me alegro por todos vosotros, seres humanos, animales y pájaros. Me alegro por el murmullo de Dios entre los árboles, por la dulzura e ingenuidad del silencio junto a mis oídos, por las hojas, por el sonido de la vida, por mis perros husmeando la tierra. Gracias por mi vida, por mi respiración.
Dios urde el mundo junto a mí y yo me estoy apercibiendo.
Nadie nos oye, estamos solos, ¡vamos a por otra Jaime!
Escribo esto inspirado e imbuido por Jack London, autor de mi gusto desde siempre y por Knut Hamsun del que acabo de leer mi primer libro, principio seguro e inequívoco de un escritor a añadir a la nómina de mis preferidos.
La obra que encabeza esta entrada tiene el mismo título que el poema de Pablo Neruda, su autor es Caspar David Friedrich, no la conocía, pero esta enciclopedia universal que es Internet me ha llevado del uno a la otra, tal vez el poeta escribió sus versos infundido por la pintura.
El de la fotografía soy yo mismo una mañana por debajo de 0º C, como puede apreciarse en el suelo, iniciando una jornada de caza.
Las pinturas son de Benjamín Palencia, que supo plasmar como nadie la austeridad, aspereza, misticismo y luz del paisaje rural español.

02/01/2005





lunes, 1 de noviembre de 2010

Gethsemaní, Kentucky

"Ha llegado al cementerio trapense la primavera,
al cementerio verde de hierba recién rozada
con sus cruces de hierro en hilera como una siembra,
donde el cardenal llama a su amada y la amada
responde a llamada de su rojo enamorado.
Donde el reyezuelo recoge ramitas para su nido
y se oye el rumor del tractor amarillo
al otro lado de la carretera, rozando el potrero.
Ahora vosotros sois fósforo, nitrógeno y potasa.
Y con la lluvia de anoche, que desentierra raíces
y abre los retoños, alimentáis las plantas
como comíais las plantas que antes fueron hombres
y antes plantas y antes fósforo, nitrógeno y potasa.
Pero cuando el cosmos vuelva al hidrógeno original
-Porque hidrógeno somos y en hidrógeno nos hemos de convertir-
no resucitaréis solos, como fuisteis enterrados,
sino que en vuestro cuerpo resucitará toda la tierra:
la lluvia de anoche, y el nido del reyezuelo,
la vaca Holstein, blanca y negra, en la colina,
el amor del cardenal, y el tractor de mayo."

Ernesto Cardenal

Te pienso a todas horas. Rememoro tu sonrisa, tu voz, tu alegría que iluminaba mi existencia.
A veces vienes a visitarme en sueños, yo siempre estoy esperándote. Te presentas ante mí como una compañía sutil, casi imperceptible. Invariablemente amable, cariñoso, dulce….
En la vigilia te imagino a mi lado, acaricio tu pelo, beso tu boca, estrecho tus manos, te aprieto contra mi pecho. Puedo sentir tu calor aunque mi corazón esté roto en mil pedazos.
Te percibo en la naturaleza, contemplo el paisaje, escucho los pájaros cantar y siento que hay “algo” más en ese paisaje, que no es montaña, ni árbol, ni pájaro y no se ve.
Pero “cuando el cosmos vuelva al hidrógeno original, porque hidrógeno somos y en hidrógeno nos hemos de convertir”, espero reunirme contigo para siempre y no separarnos nunca más.
Paz

"No sé quién es el que está en la nieve.
Sólo se ve en la nieve su hábito blanco,
y al principio yo no había visto a nadie:
sólo la pura blancura de nieve con sol.
El novicio en la nieve apenas se ve.
y siento que hay Algo más en esta nieve
que no es ni novicio ni nieve y no se ve."
Ernesto Cardenal

Mi obsesiva afición estética por el minimalismo monacal, me induce a ilustrar esta entrada con una de mis obras favoritas de la pintura universal. Se trata de “ San Hugo en el Refectorio” de Zurbarán, que se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Sevilla y que para mí es visita obligada cada vez que viajo a dicha ciudad. Jaime conocía sobradamente esta predilección, fueron infinitas las veces que le conté mi reacción la primera vez que vi esta obra, la emoción que sentí fue tan intensa que no podía dejar de llorar. El increíble milagro de los monjes cartujos que representa dicha obra, sin embargo, nos hacía sonreír con divertido escepticismo.

San Hugo en el Refectorio, Francisco de Zurbarán


Tarazona, Barrio Judío. (Julio 2009)