martes, 10 de noviembre de 2009

Un día en la orquesta

Transcribo a continuación un texto interesante, importante y altamente significativo. Lo recibí el domingo, 8 de noviembre. Me lo envía Sonia Celma, "compañera de atril" de Jaime. Ruego a los seguidores de este blog que lo lean hasta al final con la atención que, a mi juicio, merece. Cuanto en él relata contribuye a plasmar un retrato de la personalidad y carácter de mi hijo y de sus relaciones con adultos, jóvenes, adolescentes y preadolescentes, grupo, dicho sea de paso en el que se autoincluía. Dice así...


UN DÍA EN LA ORQUESTA

Aunque ya ha oscurecido todavía no ha terminado el día. Vamos llegando lentamente a la Plaza y nos adentramos en a Lonja para realizar, a última hora, probablemente la mejor clase de la semana.

A las siete y media de la tarde de un viernes uno disfruta pensando que queda mucho tiempo por delante de un fin de semana y eso anima; pero también lleva la carga de la semana que ya ha pasado, y eso cansa. Así que subimos las escaleras del Conservatorio con una sensación confusa de alegría y cansancio.

Al entrar en clase compruebo que Miguel ya está tocando el violín, Inés y Cristina están bastante contentas, se nota que este año termina;, las violas mayores están hablando de si van a salir un rato por la noche o dejan la fiesta para el sábado y las violas pequeñas escuchan con atención y aprenden... Los violines segundos pequeños son los benjamines y están riéndose y bromeando. Al fondo veo a Miguel y a Antonio, que como siempre, están algo distraídos, se ríen, echan las fundas al rincón, las partituras se les caen por el suelo, uno se agacha a recogerlas, el otro le empuja...

Jaime, como es habitual, ya ha colocado el cello y el atril en su sitio y está sentado frente al piano de cola tocando.

Vamos tomando asiento y los afinadores empiezan a desfilar de atril a atril. Se lo pasamos a Jaime y nos dice que no le hace falta afinar su cello, que siempre está afinado y lo curioso es que es cierto, no requiere de ningún esfuerzo para dejarlo en el punto exacto. Intercambiamos unas cuantas palabras y nos interrumpe José María que quiere empezar ya. Nos informa que empezaremos con “los Piratas” lo que conlleva a que Jaime y yo nos miremos con cara de resignación. Se trata de una obra de Arthur Sullivan (1842-1900)y su título es The Pirates of Penzance (overture), así que allá vamos: SOL, DO, DO, DO... El comienzo es majestuoso, va bien pero de repente nuestros arcos comienzan a tomar rutas alternativas, se chocan en un momento de énfasis, con la emoción no hemos visto la p de piano, así que tocamos a toda potencia. Llegamos al segundo pentagrama donde aparece el famoso divisi, quién las de arriba, quién las de abajo, mientras lo pensamos y antes de decidirnos ya hemos llegado al unis que al mirarlo dejamos de ver otra vez la p de piano y seguimos a toda potencia. Calma... llega la calma, parece que los piratas están remando tranquilamente por el caribe.
El pasaje del Andante es el que más nos gusta tocar, pero hay que decir que su armadura nos complica un poco la existencia. Llegado el momento... me pierdo, pero veo que Jaime sigue tocando... En un punto de espera me confirma que también se ha perdido pero que hay que seguir tocando lo que sea!
Nos reencontramos, los bemoles cesan, cambia la tonalidad y nuestra mano izquierda se relaja. Miguel se gira y sonríe, parece que ellos tampoco lo están pasando muy bien pero la veteranía es un grado y eso se nota.
Se están acabando los compases de la segunda hoja, no hemos hablado de quién va a pasarla, yo acerco la mano hacia al atril, Jaime se levanta, nuestros cellos chocan, dejamos de mirar la partitura y cuando nuestros ojos vuelven a ella, no está. Si está, pero en el suelo. Nos agachamos, la orquesta sigue tocando. Bueno, todo en su sitio. ¿Dónde estamos? José María nos canta las notas, nosotros se lo agradecemos mucho y hacemos como si ya supiéramos dónde estamos pero cruzamos miradas y ni idea. A mi me entra la risa pero Jaime está realmente preocupado, llevamos perdidos en el océano índico bastante rato y no le gusta. José María nos canta el número de compás y eso nos devuelve a la realidad, nos unimos por fin a la orquesta.
La obra continúa con sus divisis, sus pizzicato, sus claves de do en cuarta y finalmente concluye. Ha sido duro y creo que tenemos que estudiar bastante.

Para compensar la marea negra en la que nos hemos sumergido, José María nos propone tocar “Humoresque” de A. Dvorak. Jaime dice que disfruta mucho tocándola y coincido con él. Le apasiona la música que ofrece la dimensión de la profundidad y a su corta edad sabe reconocerla perfectamente, aquella que genera sentimientos que ya ha encontrado dentro de su alma.

Llegamos a final de curso a tocar los Piratas sin incidentes, acabamos satisfechos y Jaime se sintió bien porque lo había conseguido.

Jaime, estamos tocando el “Largo” de Haendel. Lo tengo ya con digitación y matices. Estoy segura de que te gusta tocarlo tanto como a mi. No hay divisis, no hay claves de Do en cuarta, no hay muchas alteraciones... pero te envuelve en una atmósfera de profundo sentimiento que te transporta a un lugar en el que no existen dos mundos y ahí sigues, a mi lado, compartiendo atril.

Sonia

5 comentarios:

Manuel Benavente dijo...

Soy Manolo, hermano de Paz.
Hace unos meses la mamá (nuestra madre) contaba entusiasmada que había visto a Jaime en la orilla del Ebro rodeado de obispos que aprobaban sus respuestas y celebraban sus comentarios (Pero qué chico más espabilao, decían ), episodio que me recordó al del niño Jesús con los doctores en el Templo. La mamá había soñado con Jaime con esa rara intensidad que, desde que tuvo la crisis, hace que viva más los sueños que la realidad. No traté de convencerla, como antes, de que lo había soñado porque a menudo, tras un momento de confusión, respondía: “A lo mejor lo he soñao pero no te puedes imaginar la alegría que me dio ver….” y continuaba su relato.
La última vez que vi a Jaime fue en San Juan de Dios, cuando por primera vez desde que hospitalizaron a su abuela, la visitó con Paz. Llevaba una elegante camisa de rayas verticales. Le impresionó la asimetría de la sonrisa de la mamá y Paz le explicó que es porque tiene medio cuerpo paralizado.
Mi recuerdo de Jaime, la foto fija que ha quedado en mi memoria, no es su imagen en la habitación de San Juan de Dios ni la de hace años en la chopera, dibujando sorprendentes retratos de patos (Pato aviador, Pato y bailarina…) sino en la orilla de un Ebro imposible, con luz de sol poniente, que es la más fiel a los colores, rodeado de obispos, con su elegante camisa de rayas.

Nacho C. dijo...

Hola, he dado con el blog por casualidad, el "tuenti" como sabréis mueve mucha información.
No os conozco personalmente, ni conocía a Jaime,por eso en un primer momento no sabía si debía escribir.
Soy amigo de Manuel, lo aprecio mucho tanto a él, como a toda la familia en general.
El caso es que me he emocionado profundamente, y me he sentido en la necesidad de escribiros algo, y aunque sea como un granito de arena en un mar de sentimientos de profundo dolor, queria enviaros desde aquí un fuerte abrazo y mucho ánimo.
Un día, ya hace un tiempo, mi buen amigo José Alegre me escribió en una de sus cartas: "tú ama siempre los colores y la música y serás feliz". Jaime seguro que esta rodeado de multitud de colores haciendo sonar su violoncello, arrancándole preciosas y afinadas melodías para vosotros, para que os acompañen en el camino que aun os queda por recorrer día a día. Mirar al frente y no paréis de caminar.
Mis más sinceros y fuertes abrazos.

José Carlos dijo...

Muy bonito lo que nos cuentas, Manuel. Dale desde aquí un beso muy fuerte a tu madre de parte de mi madre (Margarita Benavente) y de todos los demás. Yo la traté bastante cuando era niño y aunque hace mucho que no la veo, la recuerdo con mucho afecto y cariño.

Cada vez que paso por este blog noto como mi espíritu se enriquece y refuerza, y es que se aprende mucho de las enseñanzas de los demás.

Mucho ánimo a todas las madres y padres que habéis perdido algún hijo y pasáis por este blog. Buscad la alegria y la serenidad clavando vuestra mirada en lo alto, e intentad seguir cumpliendo vuestra misión en este mundo de la mejor manera posible. La fuerza para sobrellevarlo, pienso que se os dará por añadidura.

José Carlos.

Alberto Lahoz dijo...

Bonita carta. La verdad que guarda tras las letras el sentimiento de la música. Un placer pasarme por aquí. Os he enlazado en mi blog a través de direcciones amigas. Un caluroso abrazo.

Silvia dijo...

El episodio de Jesús con los Doctores de su religión el templo según se cuenta en Lucas 2, 41-50 tiene lugar, curiosamente,cuando aquel tenía 12 años.
Es un episodio, por lo visto representado pictóricamente con cierta frecuencia.
Yo lo recuerdo de oírlo leer en misa, de jovenzana, al cura cuando tocaba la lectura del evangelio.
Me impresionaba grandemente cuando el cura acababa solemne la lectura de este episodio con la frase: "María guardaba todas estas cosas en su corazón".
María, como paradigma y arquetipo de madre, que más tarde fue también la dolorosa, la que sufre esa pérdida cruel.
Un recuerdo para Paz en su pena.

Piluca