lunes, 21 de septiembre de 2009

El Gesto de la Muerte

Con él se van, seguramente, los mejores años de mi vida, de la suya y de la mía, tantos momentos irrepetibles, tanta angustia como propician los hijos, tanta felicidad. La muerte de Jaime me pilló por sorpresa y con el pie cambiado, es el fin de una época: la de padre, la de las esperanzas que se frustran o se alcanzan. La paternidad que ahora ejerceré será distinta, Ana no es una niña, pero será igualmente gratificante, como lo ha sido hasta ahora. Ignoro con que clase de ilusiones voy a vivir de ahora en adelante, quiero creer que serán las mismas. La muerte sobrevuela por encima de nosotros y desciende en picado cuando el momento le es propicio.
EL GESTO DE LA MUERTE
Un joven jardinero persa dice a su príncipe:
—¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahán.
El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:
—Esta mañana ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?
—No fue un gesto de amenaza, le responde, sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahán esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahán.
Breve pero perfecto por su sutileza y concisión para exponer el drama eterno de la lucha entre la vida y la muerte con la victoria final incontestable de la Muerte, la que nunca faltará a la cita definitiva en el lugar predeterminado.

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