jueves, 19 de abril de 2012

Éxtasis


Días atrás inquiría en el pasado junto con Paz, con la esperanza de recordar algún pasaje o episodio en la vida de Jaime que por su singularidad o excepcionalidad le hubiera llamado la atención y para el cual no hubiera encontrado una explicación coherente. El resultado fue desalentador en aquel momento, aunque yo perseveré con mi frágil memoria hasta dar con un recuerdo que bien podía encajar con el objeto de mi busca.
El caso es que fue ella quien me lo refirió y yo no viví el desarrollo de los hechos subsiguientes, que el recuerdo general, seguramente, enriquecerá y dilatará.
Jaime debía contar a la sazón alrededor de dos años, una edad misteriosa en que la percepción del entorno debe comenzar a perfilarse. Habituado a ir en su silla, a caminar dificultosamente, a perturbar constantemente la vida de los adultos que le rodeaban.
La cuestión es que Jaime por espacio de 10 o 15 minutos se ausentó mentalmente sin percibir o apercibirse de cuanto le rodeaba, ajeno a cualquier estímulo considerado como habitual por cuantos se hallaban próximos. Permaneció en esta actitud hasta que su voluntad se avino a retornar y retomar lo que su madre y presentes consideraron un talante y disposición normales. En su día, el asunto,  causó la consiguiente alarma, hasta que el tiempo desdibujó y borró la anécdota pasando a ser un acontecimiento que perdió, como casi todo, su vigencia y relevancia, máxime cuando en el decurso de su existencia pasó a ser algo relativamente frecuente.
Hoy me sirven estos hechos para jugar a entrever la dimensión de mi estrecho mundo y por el contrario la magnitud del ingente universo.
-       ¿Qué pensamientos pueden tener cabida en un cerebro de 2 años de vida, tales que te alejen de esta realidad hasta el punto de ignorar a su madre?
-       ¿Qué circunstancia propició el éxtasis de un niño sin aparente trayectoria vital?
-       ¿Qué llamada o requerimiento hubo de atender mientras duró aquel ensimismamiento?
La lectura de El cuento más hermoso del mundo de Rudyard Kipling me indujo a recrear mi historia. Charlie, el protagonista, refiere al escritor su anterior vida como galeote, primero en una trirreme griega y posteriormente en un drakar vikingo, creyendo ser ocurrencias de su ingenio. Entre tanto el autor trata de sonsacarle la preciosa información con la que escribir su cuento.
Poco a poco va cobrando verosimilitud el hecho de la historia de un galeote contada por sí mismo.
Las Parcas, tan cuidadosas en cerrar las puertas en cada vida sucesiva, se habían distraído esta vez….
Jaime sabía más de lo que creíamos y dejaba entrever. Que no fue anteriormente galeote es seguro y que conoció la Italia del Quatroccento o la Edad de Oro holandesa es probable. Su capacidad de abstracción y enajenación era proverbial, hecho que constatarán los que conocieron bien su gran talento y genio. Toda su vida estuvo jalonada y salpicada de peripecias de similar contenido y es muy probable que en la actualidad, donde quiera que ande, continúe derivando por los mismos derroteros.
Que había recorrido el camino que el destino le había reservado es una certidumbre que ahora me obsesiona e inquieta.
Los Señores de la Vida y de la Muerte nunca permiten que se hable plenamente del pasado…

El mundo de Cristina, Andrew Wyeth

San Francisco en meditación, Francisco de Zurbarán


Mujer frente a una ventana, Edward Hooper

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